¡Reserva ya tu alquiler vacacional en Gävleborg! ¿Sabías que Suecia es un país con más de cien mil lagos en su territorio? No es de extrañar que la pureza, el sabor y el coste cero del agua en este país escandinavo sea una de las características más llamativas para los turistas que deciden visitarlo. Lo primero que se nos pasa por el cabeza al pensar en Suecia es naturaleza, una auténtica mina que podríamos catalogar como uno de los pulmones de Europa. Es por ello que su ciudadanía está muy concienciada con proteger y cuidar el medio ambiente, tanto que la primera autopista eléctrica europea será construida allí en los próximos años. Pero cada gota de agua de este maravilloso país, por pequeña que sea, esconde una gran historia. Es el caso de Gävleborg, la octava provincia sueca con mayor número de habitantes.
Está compuesta por diez municipios entre los que destaca Galve, la capital, situada al norte de la desembocadura del río Dalälven. Si hay algo que caracteriza principalmente a esta ciudad es la cantidad de jardines y espacios verdes que la componen, aunque la apuesta fuerte reside en destacar su perfil cultural y deportivo. Existen más de quinientas asociaciones sin ánimo de lucro dedicadas al fomento de actividades entre la ciudadanía, además de la conocida zona industrial de Gasklockornas, una auténtica área cultural innovadora en la que tienen lugar desde obras teatrales hasta eventos deportivos. Uno de los espacios culturales más visitados es el Museo del Ferrocarril de Suecia donde, según los propios visitantes, las exposiciones son variadas y siempre hay cosas nuevas para ver.
Si escuchamos los consejos de los habitantes de Gavle resaltaríamos la Navidad como la mejor fecha para visitar la ciudad y disfrutar de sus auténticas tradiciones. En un país mediterráneo como España es posible que no se aprecie realmente el valor que el paso de las estaciones del año ha tenido en otras zonas más frías y oscuras, como es el caso de los países nórdicos. Allá por el S.XI a.C los reinos vikingos ya celebraban el solsticio de invierno, conocido como Yule. Se trataba de una fiesta pagana dedicada a la familia, los amigos y, sobre todo, a la fertilidad. Para ellos era un nuevo comienzo de la vida en el que se celebraba la aparición eventual del sol tras largos meses de invierno, frío y tiniebla. Los pueblos rogaban por unas buenas cosechas y la prosperidad de un nuevo año que para ellos comenzaba. Aunque, si hay algo que prácticamente todos hemos sabido plagiar, ¡es el beber cerveza (o jólaöl) en celebraciones de este tipo! Eso sí, a nosotros que nos la sirvan bien fría.
Actualmente, junto a estas costumbres encontramos la Cabra de Navidad sueca, una de las costumbres más importantes de Gavle. ¿La conoces? La cabra de Yule (Yule Goat) es el símbolo representativo de la Navidad por excelencia. En esta fecha tan señalada, sería prácticamente imposible acceder a una vivienda y no encontrar este animal adornando los hogares. Para los vikingos el macho cabrío era el encargado de llevar las ofrendas para los sacrificios, tanto que, en muchas ocasiones, se representaba por dos hombres arropados con la piel del animal y una cornamenta. No obstante, su origen parece radicar en el dios Thor, el protector del clima y las cosechas. Viajaba en un carro tirado por dos machos mágicos llamados Tanngrisnir y Tanngjóstr.
¡Quién les diría a estos animales que acabarían siendo los encargados de portar los regalos en Navidad siglos más tarde!Aunque la historia de la cabra de Gavle que nosotros conocemos tiene su origen en 1966. Un consultor de publicidad llamado Stiv Gavlan tuvo la extraordinaria idea de recrear una versión enorme hecha de paja de la tradicional cabra de Navidad sueca. El primero de diciembre, una vez construida, la situó en la “Plaza del Castillo” en el centro de la capital. Llegada la Nochevieja, el monumento era devorado por las llamas ante la atenta mirada de los espectadores que allí se encontraban. ¡Ojo! Cualquier parecido con las famosas Fallas de Valencia es pura coincidencia. Desde entonces se ha repetido esa costumbre, aunque es ilegal que al finalizar el año se queme la figura de la cabra.
Parece que el fuego no es bienvenido en Galve. Si pudiéramos viajar en el tiempo y visitáramos la ciudad en el 1776 viviríamos uno de los incendios más devastadores que ha sufrido la ciudad en toda su historia. Tal fue la magnitud que el pueblo tuvo que adquirir un nuevo diseño, optando por calles rectas y bloques de edificios rectangulares. Aunque el peor registrado tuvo lugar un siglo más tarde, en el que el 80% de la población perdió sus casas y granjas. Por suerte, ahora es un pueblo verde con amplias avenidas, el cual te invito a visitar cuanto antes para no perderte nada de sus maravillosas tradiciones: Välkommen till Gävleborg!
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